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Del Misterio a la Esperanza 

(Reflexiones en torno al culto a los Orichas en Nigeria y Cuba)

by Prof. Israel Moliner Castaņeda

Sociedad Antropológica de la Isla de Cuba

Para Joel James

Resumen

Uno de los aspectos más notorios en las transculturaciones nigero-yorubas en América resulta el culto a esos entes míticos conocidos generalmente bajo el nombre de orishas y a quienes se les atribuye la función de actuar como intermediarios entre el Dios Todopoderoso y los hombres.
Es evidente la existencia de una abundante literatura sobre los orishas tanto en Nigeria, como en Cuba y Brasil, pero las reflexiones comparativas entre las formas de concebir y dar culto a los mismos en el suelo ancestral y en las tierras americanas ciertamente son escasas. La notoriedad del tópico y la ya necesaria indagación analítica y comparativa, justifican altamente la encomienda de este estudio.

I

El establecimiento y posterior desarrollo de la cultura yoruba en el suroeste nigeriano fue el resultado de un largo proceso que abarcó cerca de ocho siglos.
Hacia mediados del siglo VIII D.C. coinciden en Sierra Leona dos factores muy importantes para el tema en cuestión. Por un lado, el Islam empieza a establecer vínculos comerciales progresivamente más fuertes y continuos con los pueblos ubicados al Sur del Sahara, llegando en un primer momento hasta los territorios de los actuales estados de Mauritania, Mali y Senegal, para después extenderse a Gambia, las Guineas y Sierra Leona. Tales relaciones que inicialmente se limitaban al trueque mutuamente beneficioso de mercaderías, paulatinamente transitan hacia lo cultural y religioso, trayendo en consecuencia que numerosos grupos que profesaban creencias tradicionales abrazaron el islamismo (1).
Por otro lado, de modo casi coincidente y quizás motivado por el mismo comercio islámico, los grupos de etnia Mendí en Sierra Leona van tornándose más poderosos y comienzan a desplazar a sus vecinos de etnia Akú, con los cuales habían tenido una pacífica coexistencia desde tiempos inmemoriales.

Muchos akús que tampoco estaban de acuerdo en renunciar a sus creencias ancestrales emprenden, hacia fines de la octava centuria, una emigración rumbo al este que los lleva a radicarse en una franja de costa más o menos extensa que podemos precisar entre los lugares que hoy ocupan las ciudades de Porto Novo en Benin y Lagos en Nigeria. Sostengo que tales inmigrantes son los más tarde conocidos por nagós.
Es muy posible que una segunda emigración se efectuara a principios del siglo décimo, porque está demostrado que sus participantes no conocían el trabajo con los metales, cuyo arte da inicio en Sierra Leona en la segunda mitad del mencionado siglo.
Esta oleada penetró más en el sureste nigeriano, asentándose al oeste del río Ochún en el amplio territorio que abarcaba desde la costa entre Lagoon y Mahín en el suroeste, mientras por el norte avanzaron hacia la región de Ondo, desplazando un poco a los originarios Ibó, como se observa en el famoso mapa confeccionado por Sanson D'Abbeville en 1656. Estimo que tales akú son los conocidos como lucumíes o ulcumíes.
La tercera y última migración se verificó en las postrimerías del siglo XII D.C. cuando ya los akús dominaban perfectamente la técnica de trabajar los metales (2). Los grupos más tradicionales se unieron en torno a un caudillo y líder religioso llamado Oddúddúa Olofi Oyó y al no poder sostenerse frente a los mendís en Sierra Leona, partieron por una bien conocida ruta hacia el poniente, llegando también a Nigeria, aunque algunos segmentos se radicaron y fueron asimilados por diversos pueblos que vivían en los actuales territorios de Ghana, Togo y Benin.
Este grupo de Oddúddúa penetró por una zona más al noroeste nigeriano que sus antecesores, ocupando territorios tradicionalmente ibó a quienes derrotan y desplazan hacia el oeste. Dichos akú constituyen el núcleo inicial e los posteriormente denominados oyoes o yorubás.

 
 
 
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