lucero

 

EDITORIAL
Otoño del 2003

Por Jorge Luis Rodríguez

Director

El estudio de la transculturación afrocubana es fundamental para interpretar el paisaje transnacional cubano de hoy.
La tragedia del 9/11 marca el final de la polarización política finisecular y lanza a los pensadores y estadistas contemporáneos dentro de un nuevo siglo de valores extraterritoriales: un nuevo orden donde la aculturación pudiera convertirse en herramienta de genocidio social a manos de las culturas corporativas prominentes.
Es por lo antes expuesto que el trabajo Avatares de la transculturación orticiana de Jesús Guanche aparece publicado aquí en un momento muy oportuno para iluminar las nuevas corrientes de interpretación transnacional con “ciencia, conciencia y paciencia”.
La cultura afrocubana, como aparece documentada en la experiencia que describo junto a Beatriz de Oca en Munanso Ungundo, continúa evolucionando con plena ebullición transcultural en muchas comunidades de Norteamérica y del mundo.
Tambores de la República, artículo que escribo junto a Maria Esther Ortiz, ilustra cómo un arte de gran trascendencia social y religiosa prevaleció durante la Republica y llega hasta nuestros días.
La información de primera mano que compilan Abel G. Fagundo y Orlando Mujica en sus ediciones de Yemayá se lanza a la super-autopista de las comunicaciones cabalgando con autoridad matancera hasta la inmensa aldea global de la Internet.
La Ruta del Esclavo africano marca el proceso de globalización de los grandes capitales mundiales. La aculturación del indio y del negro fue la ideología religiosa de los conquistadores europeos.
Cultura y religión son los brazos transculturales del pensamiento humanista desde antes que las Cruzadas y la Guerra Santa definieran un nuevo orden transnacional. La caída de las Torres Gemelas en Nueva York y el terrorismo internacional demuestran que cultura y religión siguen siendo arcilla de moldes transnacionales, en cualquier guerra, en cualquier milenio.
Las luchas entre paleros, cristianos, santeros y espiritistas cubanos desaparecen en la liturgia transcultural cubana cuando la cosmogonía pluralista de la Nación permite que un mismo individuo se funda en el crisol multicultural afrocubano.
Quizás el estudio de procesos similares que ocurren en todo el mundo, nos ayude a encontrar el antídoto contra las plagas que pudiera traer consigo la globalización corporativa en nuestro siglo, y entonces quizás podamos redactar la filosofía de un nuevo orden que no este basado en la conflagración armada y la violencia social.
Transculturación quiere decir Paz y sostenimiento de la vida. La lucha de contrarios no debe significar la ejecución del más débil, ni la destrucción de la biblioteca de Alejandría, la de Bagdad o la del Congreso en Washington.

 

 
 
 
 
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